Buscar lo desconocido
2.7.2017 | Rocío Martínez Díaz (QiO)
El cuento de la isla desconocida, de José Saramago
¿Nos han enseñado que pedir está mal? ¿Tenemos ejemplos de personas con poder que dudan entre dispersar ‘sus’ bienes entre quienes no tienen dicho poder? ¿Nos han atemorizado o ridiculizado cuando tenemos impulsos extraños, que no son los mismos que tienen las personas con las que convivimos? Yo pienso que sí, que el miedo y el orgullo son expresión humana de la que no nos podemos librar, tenemos miedo de decir -de encontrar- quiénes somos realmente, somos orgullosos de lo que ‘poseemos’ -material o moralmente- y hay muchas estructuras sociales que nos impiden desarrollar nuestra curiosidad, nuestros impulsos y por lo tanto, nuestras emociones.
El cuento de José Saramago titulado El cuento de la isla desconocida inicia cuando una persona común decide solicitar algo a alguien que no tiene la menor intención de dárselo. Pide un barco para ir en búsqueda de una isla desconocida. El Rey atiende la petición más por temor a mostrarse demasiado orgulloso que por genuino interés en la petición. Algo tienen en común ambos personajes: el Rey no tiene argumentos para negarle un barco a una persona que no tiene argumentos para solicitarlo. Es decir, no hay pruebas de que una isla desconocida exista y tampoco hay pruebas de que el Rey no es más que un administrador de los barcos, que no son suyos. Los poderes del hombre y del Rey se igualan.
Les contaremos aquí que sí le da el barco. Pero con ello no anticipamos ni la mitad de lo que sucede en este cuento. Diremos, eso sí, que cuando el cuerpo del hombre quien ya tiene el barco, se relaja, su mente se puede expandir. Diremos que hay una mujer, en el cuento, que -sin llamarlo así- le envía Qi a ese hombre.
Cuando pedimos algo al universo -recuperar la salud que nuestras células saben que ha existido, tener alegría para vivir lo cotidiano, ser lo suficientemente tenaces como para alcanzar nuestras metas…- la mente no está del todo relajada porque está enfocada en el resultado. Cuando organizamos nuestro Campo -ZhuChang Fa- la segunda frase nos conduce a que logremos que la mente esté relajada. He pensado, a veces, que esa intención inclusive significa que bajemos la actividad eléctrica del cerebro, que le otorguemos un descanso consciente de su imparable actividad. Si nuestra mente se detiene la vida no es posible, pero si trabaja demasiado densamente, tampoco. El cuerpo es una manifestación de Qi -el cuerpo, así como el barco… todo es una manifestación de Qi- y si ya tenemos el barco, entonces hay que enfocarnos en expandir la mente. El Dan Tian sabe como distribuir el Qi en el cuerpo: si no nos relajamos no puede hacer lo que ya sabe hacer: si nos enfocamos demasiado en el resultado deseado seguramente perdemos la experiencia mayor: el proceso de lograrlo, los otros logros derivados, mirar con amor a quienes han ido construyendo nuestra realidad.
El personaje del cuento recibe Qi del Rey y de la mujer de la limpieza. A su vez, evidentemente, ellos reciben Qi de él, se vuelven una unidad junto con el barco: son un Campo de Qi. Les recomiendo la lectura de este cuento no sólo porque en él podemos valorar los impulsos que tenemos y que nadie comprende, sino porque la narración nos recuerda que cuando ya tenemos lo que supuestamente queríamos -un barco, la salud, la creatividad…- algo va a pasar que nos impulsará a seguir moviéndonos, experimentando. Sabemos hasta dónde puede expandirse la mente -alcanzar el DAO-, pero si realmente relajamos el cuerpo y nos enfocamos en tener una mente más flexible, más abierta, que emane respeto, entonces es posible que nuestro trabajo con el ZhìNéng QìGōng sea más efectivo y nos ‘traslade’ a una realidad que ni siquiera estábamos cerca de imaginar y que es increíble.
Seamos como el hombre que sí solicita lo que parecería absurdo, como el Rey que no se limita por su costumbre orgullosa y por esta vez concede la solicitud o como la mujer que respeta su impulso y con todo lo que ella es atraviesa la puerta de las decisiones sin dudarlo. Si somos como ellos seguramente encontraremos islas desconocidas, que es como decir que encontraremos un Campo más luminoso, una mente más expandida.
… es necesario salir de la isla para ver la isla,
que no nos vemos si no nos salimos de nosotros.
José Saramago
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John Miller
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